jueves, 26 de marzo de 2015

REFORMAS SOCIALES EN AMÉRICA LATINA

Nota: Este documento es utilizado, exclusivamente, como texto escolar de consulta. El objetivo es facilitar el acceso a la información y garantizar los procesos de aprendizaje.

TOMADO DE http://cs-decimos.blogspot.com/2013/02/reformas-sociales-en-america-latina.html





Economía, política y reformas sociales


Existe una estrecha relación entre el desarrollo económico, las decisiones políticas y las reformas sociales. Estas últimas son consideradas como una forma de enfrentar los desajustes producidos por el desarrollo económico. En otras palabras, las reformas sociales buscan disminuir el impacto generado por el crecimiento económico. No obstante, las determinaciones para su aplicación obedecen exclusivamente a la esfera de la política, entendida como el escenario de confrontación y negociación de las contradicciones sociales.

A lo largo del siglo XX América Latina se vio enfrentada a la necesidad de articular sus estructuras económicas a la economía internacional. Durante este proceso surgieron contradicciones y conflictos de carácter social, pues el crecimiento económico se priorizó sobre el bienestar de la población.


¿Qué son las reformas sociales?


Definir qué es una reforma social es algo complejo, pues esta se encuentra estrechamente relacionada con concepciones de carácter ideológico, político y económico. Para cada actor social, la naturaleza de una reforma de carácter social puede variar sustancialmente.


Acercándonos a una definición lo más amplia posible, podríamos señalar que las reformas sociales son medidas de carácter político que apuntan a mejorar la eficacia, la calidad y la igualdad en el acceso a servicios y bienes considerados fundamentales para la sociedad, como la salud, la educación, el acceso a la tierra, el acceso a la propiedad y a la calidad del trabajo.

Por su parte, las reformas económicas son medidas de carácter teórico o instrumental, que buscan regularizar el funcionamiento de la economía, independiente de los efectos que estas medidas puedan tener en la sociedad. Como la palabra lo expresa, estas medidas son tomadas estrictamente en términos económicos y, al igual que las reformas sociales, este tipo de reformas depende en buena medida de elementos de carácter ideológico y político que determinan sus propósitos y sus alcances.

Tipos de reformas


Existen diversos tipos de reformas, dependiendo de su calidad, profundidad y duración. Hablaríamos en principio de tres tipos, dependiendo de su manifestación en el tiempo:

Las reformas estructurales. Son reformas que afectan las partes más profundas de la sociedad, y que implican cambios fundamentales en los modelos económicos y productivos, como también en las formas de entender a la sociedad y su desarrollo.

Las reformas graduales. Se producen en largos lapsos de tiempo, buscando disminuir los efectos del impacto de su aplicación. Se relacionan con decisiones políticas de largo plazo y que afectan a la estructura económica.


Las reformas de choque. Son medidas implantadas para hacer frente a crisis inesperadas o momentáneas que urgen una solución inmediata. Generalmente estas medidas son de carácter temporal y de corta duración.


El sentido de las reformas


Los impactos de las reformas, positivos o negativos, son relativos respecto a la perspectiva con que se contemple. Muchas reformas que son positivas para la economía resultan afectando de manera negativa a la sociedad, o puede darse el caso contrario.

La valoración de los efectos de las reformas es un problema de carácter político, aunque en términos generales, los organismos internacionales coinciden en unos principios básicos: estas deben apuntar a alcanzar la equidad, tanto en el acceso a los servicios y bienes, como a la ampliación de los beneficios económicos y sociales, y, como se estableció en el programa llamado Los objetivos del desarrollo del milenio, las reformas deben apuntar, entre otras muchas cosas, a disminuir la pobreza y marginalidad social.


Las reformas sociales


Desde hace muchos años es claro que uno de los principales problemas en América Latina tiene que ver con la distribución de la riqueza. La pobreza en nuestro continente, a diferencia de otros lugares del mundo, no es producida por una deficiencia en la capacidad productiva o por los limitados recursos económicos o naturales con los que se cuenta, sino que se origina en sistemas inequitativos de acumulación, que hacen que la riqueza generada no llegue a todos los habitantes de una nación determinada.

Ante esta situación, diversos organismos internacionales y académicos han venido recomendando reformas que permitan a los ciudadanos acceder a servicios y bienes básicos para su subsistencia. No obstante, la gran mayoría de estas reformas siguen sin ser llevadas a cabo. Una explicación de ello, tiene que ver con el hecho de que las decisiones políticas se encuentran relacionadas con intereses económicos, y que las reformas sociales que se necesitan con urgencia no tienen prioridad frente a otros temas tales como la regularización de los mercados, el control de la inflación, la preservación de las cuotas de exportación y, en general, los indicadores económicos, sobre las condiciones reales de los habitantes. Esto significa que se ha privilegiado el crecimiento y la estabilidad económica, con inmensos costos sociales que podrían ser menguados a través de reformas sociales. Es un hecho que en los últimos cincuenta años la economía se ha transformado más allá de sus expectativas. Hoy nos vemos abocados a procesos globalizadores que hacen que, lo que los economistas llaman "interdependencia económica': determine la capacidad de un Estado para realizar ajustes en sus estructuras económicas. En otras palabras, hoy por hoy, un Estado es menos libre de tomar decisiones autónomas respecto a determinaciones económicas que afecten a sus ciudadanos.


Clasificación de las reformas


Las reformas se clasifican en: "desde arriba hacia abajo" y "de abajo hacia arriba':

Desde arriba hacia abajo. Son aquellas que se efectúan por disposición de los gobiernos o de sus funcionarios, a través de un acto legislativo y con las debidas aprobaciones exigidas por las instancias de los Estados (Congreso, Corte Constitucional, Consejo de Estado, etc.). Un ejemplo de este tipo de reformas es el que se efectuó a nivel educativo en Colombia con la Constitución de 1991. Dicha reforma promovió, desde las instancias gubernamentales, la modernización de la educación en todos los niveles.


Desde abajo hacia arriba. Son aquellas que se efectúan por iniciativa del pueblo para solucionar una necesidad de primer orden. Estas reformas son luego apoyadas por los gobiernos y, por lo general, buscan ser aplicadas en otros espacios territoriales. Un ejemplo de este tipo de reformas, es el que se efectuó en El Salvador, con el programa educativo Educación con participación de la comunidad, Educo. Esta reforma educativa nació de la experiencia de los poblados campesinos que estaban en zonas de conflictos. En estas comunidades, la educación tenía una forma autónoma y sin injerencia estatal, contrataban a los maestros para que enseñaran a sus hijos. Posteriormente, este modelo fue recuperado por las políticas educativas y se extendió luego a toda la zona rural y, finalmente, a las zonas urbanas.


Aunque esta clasificación de las reformas sociales son las más aplicadas en Latinoamérica, los estudios muestran que estas distinciones no son absolutas. La experiencia de El Salvador, por ejemplo, fue implementada y generalizada gracias a la acción decidida del Ministerio Central que, a su vez, contó con un ministro estable y de gran prestigio en el país. De este modo, lo de arriba y abajo son más bien momentos del ciclo de formulación y ejecución de políticas.



Movimientos sociales en América Latina


A lo largo de la historia, los movimientos sociales de Latinoamérica tuvieron una fuerte influencia anarquista, principalmente italiana y española, de fines del siglo XIX y comienzos del XX. Estos inmigrantes anarquistas se dirigieron hacia zonas rurales y urbanas formando las primeras levas de movimientos obreros, que eran básicamente artesanos y trabajadores de pequeñas actividades económicas. A partir de los años veinte, la expansión de las manufacturas en la región creó condiciones para el surgimiento de un proletariado más industrial, que tuvo su pleno desarrollo durante la década del treinta. Posteriormente, se creó un clima político favorable a la huelga general como forma de lucha principal. A través de estas huelgas generales, los obreros, campesinos y artesanos, buscaban reivindicaciones como la reducción de la jornada laboral a ocho horas, ajustes salariales y mejoramiento en las condiciones de trabajo y de vida. Sin embargo, muchas de estas huelgas fueron reprimidas por parte de algunos gobiernos latinoamericanos, impidiendo que los movimientos obreros y campesinos pudieran acumular suficientes fuerzas. La Revolución rusa de 1917 se convertiría en el referente para los movimientos sociales.



El movimiento campesino y obrero


Durante años, los campesinos latinoamericanos sufrieron una fuerte dominación por parte de los propietarios de la tierra quienes los sometían a condiciones extremamente negativas de cultivo y organización. Solamente las comunidades indígenas poseían los medios para auto dirigirse, a pesar de las represiones que sufrieron históricamente. Ellos fueron la cabeza de una insurrección popular que fue una referencia fundamental en toda la región: la Revolución Mexicana de 1910, que tendría una base campesina extremamente significativa. Fue a partir de los años veinte y treinta, que los movimientos campesinos llegaron a tener un auge relativamente importante en América Central cuando ya existía una explotación de campesinos asalariados directamente subordinados a empresas norteamericanas que los organizaban en las actividades exportadoras. En esta región se formaron bases de lucha por la reforma agraria que, debido a la fuerte presencia estadounidense, se mezclaron con las luchas nacionales contra la dominación norteamericana. Este es el caso del sandinismo, de las revoluciones de El Salvador y de las huelgas de masas cubanas.


Por su parte, el movimiento obrero latinoamericano ha sido el otro sostén de las fuerzas populares en el continente y encuentra su base material en la primera ola de industrialización durante la primera década del siglo XX. Podemos decir que se consolida como movimiento en los años veinte, es decir, desde la Revolución rusa de 1917. Hasta los años treinta, los movimientos obreros van a definir una plataforma de reivindicaciones de los movimientos sociales de la región, de ahí la importancia de la Revolución mexicana. Durante los años cuarenta se empieza a consolidar el fenómeno del populismo. En el caso de Chile, durante el gobierno del Frente Popular, que era compuesto abiertamente por partidos de izquierda: el Partido Socialista, el Partido Radical de origen más democrático y los comunistas. La unidad entre socialistas y comunistas se va a colocar solo en los años cincuenta, en un momento crucial en 1952, con la primera candidatura de Allende. La Alianza entre la Unión Soviética y los EE.UU. durante la Segunda Guerra Mundial, se prolonga hasta 1947 cuando la política de la Guerra Fría transforma a los aliados en enemigos, a partir de este momento EE.UU. se convierte en enemigo de los comunistas. En esta misma época surgió la declaración de Cuba como una República Socialista en 1962.


Economía latinoamericana a partir de los años cincuenta


Hasta mediados del siglo XX el crecimiento económico, producto de las exportaciones de materias primas, se mantuvo constante y permitió la consolidación de procesos modernizadores que se impulsaron desde los Estados latinoamericanos. Entre los efectos de crecimiento económico tenemos el crecimiento de las ciudades, debido a la migración y al crecimiento demográfico. En algunos países como Argentina, Chile y Brasil, la tecnificación del campo y la expansión de los cultivos generaron un repunte importante en el nivel de la calidad de vida. En otros países como Perú, Ecuador y Colombia, el desarrollo económico se sectorizó en torno a polos urbanos que jalonaron el crecimiento, mientras que algunas regiones se mantuvieron en condiciones económicas marginales.


El crecimiento de los países latinoamericanos estuvo estrechamente ligado a los efectos de la Segunda Guerra Mundial, que generó una importante demanda de materias primas y que, ante el descenso de la producción europea, permitió que las industrias nacionales crecieran, gracias a los procesos de sustitución de importaciones. Las naciones latinoamericanas encontraron, en este proceso, una manera de sostenerse económicamente y de alcanzar un grado de industrialización importante.


La década perdida


Hasta los años setenta el crecimiento fue sostenido y relativamente estable, sin embargo, para los años ochenta, una confluencia de factores internacionales hizo que el crecimiento se frenara y que incluso, en muchos lugares, decayera. A este período se denominó "la década perdida" de América Latina.

Entre las razones más importantes de este fenómeno tenemos:


  • Los países latinoamericanos debieron endeudarse para realizar ajustes en la inserción económica luego de la Segunda Guerra Mundial. Entre tanto, el alto costo de los intereses de la deuda obligó a los países latinoamericanos a endeudarse nuevamente para cumplir con los pagos de los intereses. Esto produjo un descenso evidente en el producto interno bruto.
  • Se redujo el consumo interno, lo que debilitó la inversión extranjera e hizo que los capitales nacionales salieran, originando lo que se conoció como fuga de capitales.
  • Ante la reducción en la demanda de materias primas, las exportaciones decayeron, mientras que el aumento del dólar encareció las importaciones.

Un resultado complejo


La crisis económica que caracterizó a América Latina en estos años, trajo consigo una serie de consecuencias inevitables que se harían manifiestas en el escenario político. Por un lado, se incrementó la protesta social de los sectores más pobres y marginados, quienes fueron los directamente afectados debido a la reducción del gasto social por parte de los Estados, y por otro, se cerraron los espacios políticos para la negociación de los conflictos. Los niveles de represión aumentaron y se dio el nombre de "orden público" a las manifestaciones de insatisfacción de los ciudadanos.



Política latinoamericana a partir de los años cincuenta


Si bien el crecimiento económico latinoamericano estuvo marcado por la prosperidad en algunos de sus campos económicos, principalmente en el de las exportaciones, el desarrollo político fue más complejo y variado, y estuvo claramente determinado por un alineamiento político de carácter continental, liderado por los Estados Unidos.


El crecimiento económico no significó una mejora de la calidad de vida de os trabajadores y campesinos latinoamericanos. Por el contrario, estos debieron organizarse en movimientos para la defensa de sus derechos y exigencias, pero fueron duramente reprimidos. En este contexto se produjo la aparición de las dictaduras latinoamericanas, que permitieron, por un lado, que las ideas marxistas y socialistas se difundieran rápidamente entre las clases proletarias, y por otro, que la consolidación de burguesías nacionales condujera a una postura marcadamente anticomunista y beligerante.


La instauración de regímenes militares, muchos de ellos apoyados por los norteamericanos y por las burguesías latinoamericanas, estuvo a la orden del día, y las dictaduras fueron sin duda la característica más notable de la política en estos tiempos.


Populismo y dictaduras


La represión de movimientos de carácter popular y de partidos políticos con tintes nacionalistas generó reacciones diversas. Una de ellas, el populismo, que surgió como una extraña mezcla de socialismo moderado, catolicismo ortodoxo y autoritarismo militar. La figura de Juan Domingo Perón en Argentina encarnaría esta tendencia política que tuvo en América Latina a varios seguidores de su modelo, como Getulio Vargas en Brasil e incluso Gustavo Rojas Pinilla en Colombia.


El éxito del populismo fue posible en cuanto pretendió menguar las condiciones de pobreza de las clases trabajadoras a través de una serie de políticas que buscaban más el favor popular que la solución de fondo de los conflictos sociales. De esta manera este modelo político ganó a las masas populares para sí, debilitando los procesos de formación de movimientos sociales más sólidos que buscaran reivindicaciones de carácter estructural.


Una reacción un poco diferente fue la de los militares que, apoyados por los Estados Unidos accedieron al poder mediante golpes de Estado, y desde allí implantaron regímenes autoritarios con marcado acento anticomunista, de persecución y represión de los movimientos sociales, como en los casos de Chile, Argentina, Uruguay y Paraguay.


En algunos otros países, los sistemas de partidos y electorales pervivieron, como en el caso de México y Colombia, pero allí, las burguesías industriales controlaron la política a través de estrategias de represión y de disolución de los movimientos sociales a través de su cooptación. Por ejemplo, en Colombia se crearon, en la década de los años 30, dos grandes sindicatos controlados por el partido liberal y el conservador, con el fin de debilitar el movimiento sindical de izquierda. En México, por su parte, el Partido Revolucionario Institucional se apropió de las banderas sociales y la memoria de la revolución de 1910 para debilitar los movimientos políticos de izquierda.



Los años noventa: neoliberalisrno y desigualdad


La respuesta a la crisis económica de los años ochenta devino en la aplicación de políticas neoliberales, impulsadas desde Estados Unidos, y que se constituyeron en una imposición que, paulatinamente terminó por aplicarse en toda América Latina.

El modelo neoliberal proviene de una corriente radical del liberalismo económico, y es defendida por economistas que consideran que el mercado, como fenómeno humano, tiene unas leyes incontrovertibles, y que han de ser estas las que gobiernen a las sociedades humanas.

Si bien esta corriente tuvo una amplia difusión y aplicación desde los años setenta del siglo XX, su origen se encuentra en la doctrina del librecambio del siglo XIX. Los principios generales del neoliberalismo se pueden resumir como sigue:


•El mercado está regulado por leyes de oferta y demanda, que son las que deben prevalecer y gobernar la actividad económica.

•Los Estados deben asegurar y garantizar el funcionamiento de estas leyes, a través de la no intervención económica, en decir, que la economía debe ser liberada de las decisiones políticas. Para ello, uno de los principales argumentos es el de la reducción de la influencia del Estado en la esfera económica, y la disminución del tamaño del Estado, para hacerlo más eficiente y funcional.

•Se deben limitar todas aquellas trabas que no permiten que las leyes del mercado funcionen libremente, es decir, todas aquellas normas y estatutos que otorgan al Estado el control de la economía y la resolución de los conflictos laborales y económicos.


En Latinoamérica el neoliberalismo hizo presencia desde los años setenta, particularmente vinculado con regímenes políticos militaristas, como en el caso de Chile, Bolivia y Argentina, pero en los años noventa se expandiría al resto de países latinoamericanos.


Los efectos del neoliberalismo

Los efectos del neoliberalismo, en términos generales, han sido controversiales en Latinoamérica. Mientras sus defensores argumentan que ha permitido la acumulación de riqueza y la transformación económica, gracias a procesos de renovación tecnológica y de reconversión industrial, sus críticos señalan la evidente desmejora de las condiciones de vida de los trabajadores, el incremento de la pobreza, la fragilidad de las economías nacionales y una propensión al ejercicio autoritario del poder.

Uno de los puntos críticos en este debate es el que se refiere a las responsabilidades sociales del Estado frente a los ciudadanos. Para los defensores de la reducción del Estado es claro que la ineficacia y el tamaño exagerado de las empresas del Estado limitaban su capacidad de acción y de respuesta frente a las demandas de la sociedad.

Para los detractores del neoliberalismo, este hecho no significó otra cosa que la pérdida de la soberanía del Estado y de su responsabilidad social. La entrega a empresas privadas que no tienen ninguna responsabilidad sino con la generación de riqueza, fue para ellos uno de los peores errores políticos. Pero otro punto más sensible se refiere a la responsabilidad del Estado en la garantía de los derechos de los ciudadanos a servicios básicos tales como la educación y la salud.



La pobreza en América Latina


Más allá del debate sobre los efectos positivos o negativos del neoliberalismo en América Latina, se encuentra el hecho innegable de la desmejora en las condiciones sociales y de los niveles de vida de buena parte de la población, de manera especial, a partir de los años noventa.

De acuerdo con el informe de la CEPAL para el año 2008, el 33,2% de la población de América Latina vive en condición de pobreza; es decir, unos 182 millones de personas. De estos, la tercera parte, unos 60 millones, vive en condición de pobreza extrema, es decir, en la indigencia. Si bien este índice es inferior al registrado en década de los noventa, sigue siendo extremadamente alto para el total de la población, que se acerca a los 300 millones. En otras palabras, más de la mitad de los habitantes de América Latina es pobre.


De acuerdo con el informe anterior, los países más pobres de Latinoamérica son Haití, Honduras, Nicaragua, Bolivia y Paraguay y los menos pobres son México, Brasil y Chile. Sin embargo, estos datos no son del todo exactos, pues el 40% de la población latinoamericana que es extremadamente pobre vive en Brasil (15 millones) yen México (más de 5 millones que viven con menos de un dólar al día).

Si bien, en estos últimos cinco años la cantidad de pobres en la región disminuyó 9,9%, es decir, hay 37 millones de pobres menos, y la pobreza extrema decreció un 6,8% (29 millones de indigentes menos), la desigualdad sigue siendo el principal problema: el 10% de los más ricos ganan más de 17 veces lo que gana el 40% de los hogares más pobres.

El panorama para el futuro inmediato, sin embargo, no es nada halagüeño. La crisis económica que se ha abatido sobre los Estados Unidos y otras partes del mundo, ya empieza a golpear a algunos países de América Latina, lo que significa que a pesar de os altos índices de pobreza, esta es susceptible de seguir avanzando.



Tratados de libre comercio: economía y globalización


A partir de los años noventa el proceso de globalización de la economía condujo a priorizar el establecimiento de tratados económicos multilaterales entre los distintos Estados. La conformación de Unión Europea presionó a las demás regiones del mundo a establecer este tipo de tratados.

En los primeros años de la década de los noventa se firmó el tratado entre México, Canadá y los Estados Unidos, conocido como NAFTA. En 1994, cuando debía entrar en vigencia, una guerrilla indígena mexicana emergió a la luz pública, denunciando el estado de abandono en el que se encontraba el sur del país. Mientras México se aprestaba a ingresar al círculo de países desarrollados, las denuncias mostraban una cara opuesta: la miseria, el hambre, la violencia y el abandono de una de las regiones más ricas del país, señalaban que el modelo económico mexicano estaba en crisis.

A partir del año 2000, la mayoría de países latinoamericanos establecieron una agenda cuya prioridad fue la firma de tratados de libre comercio con Estados Unidos. Algunos de estos tratados fueron ratificados, sin embargo, muchos otros fracasaron por razones diversas, entre otras, la presión política ante la inequidad de los acuerdos, o por la presión de sectores políticos respecto a problemas con derechos humanos.


Mercosur, o la emergencia de una alternativa económica


La llegada al poder de la izquierda en Argentina, Venezuela, Brasil, Bolivia, Paraguay, Ecuador y Uruguay, en los primeros años del segundo milenio, condujo a una redefinición en los términos de los acuerdos económicos. En abierto desafío a las políticas norteamericanas del presidente Bush, estas naciones decidieron establecer un acuerdo entre los países latinoamericanos que permitiera hacer contrapeso a los tratados antes firmados.

El propósito fundamental del Mercosur ha sido el de ampliar las posibilidades del intercambio de bienes y de servicios, la libre circulación de ciudadanos, el establecimiento de acuerdos multilaterales de seguridad y la coordinación de políticas macroeconómicas entre los países.

La idea de crear una alternativa al TLC ofrecido por los Estados Unidos ha generado expectativas entre muchos de los países miembros, pues las condiciones de crecimiento económico no son tan claras. Estos países comparten altos índices de pobreza y el consumo, que es uno de los elementos fundamentales de las condiciones de mercado, no se encuentra garantizado. Otro asunto se refiere a las directrices políticas, pues a pesar de cierta afinidad entre los estados miembros, es clara la presencia de serias diferencias en temas como la política internacional Mercosur encarna para muchos, un reto que puede ser interesante en el mediano plazo, si se le ve como un paso importante en la idea de la unidad latinoamericana. Sus defensores señalan que si la Unión Europea, luego de sufrir dos sangrientas guerras entre sus Estados miembros pudo superar sus diferencias, en América Latina esto ha de ser mucho más fácil. Solo el tiempo dirá si el optimismo de estas aseveraciones es justificado.


Democracia y reformas en América Latina


A partir de la década de los años noventa, se consolidó la presencia de gobiernos democráticos en la región, donde prácticamente todos los países latinoamericanos contaban con gobiernos de carácter democrático y elegidos a través de las urnas. Esta situación contrastaba con la década inmediatamente anterior, cuando fueron pocos los países que escaparon de las dictaduras militares y de los gobiernos totalitarios, amparados por políticas continentales.


La consolidación de la democracia en los últimos años ha marcado un cambio importante en la manera de entender a Latinoamérica en el presente. Luego de cerca de cincuenta años de indeclinables posturas liberales de derecha, buena parte del continente ha girado hacia gobiernos de izquierda, de carácter popular y nacionalista. Este nuevo escenario ha significado cambios drásticos en las relaciones globales de Latinoamérica frente a los Estados Unidos, y en las relaciones entre los Estados mismos.




DESAFIO DE LA IZQUIERDA


La creciente influencia de políticas económicas de orden nacionalista, y en cierta medida proteccionistas, son resultado de los fracasos de los modelos neoliberales impuestos en años anteriores, que minaron profundamente la fortaleza de las estructuras de los Estados. No obstante, estos procesos se constituyen en una dura prueba para la izquierda latinoamericana que, salvo la experiencia de Cuba desde 1959 y luego de Nicaragua entre 1979 y 1988, sin contar con el fugaz gobierno de Salvador Allende, nunca ha gobernado exclusivamente desde las urnas y con el voto popular.

Este desafío se manifiesta aún más exigente por cuanto la izquierda ha abogado por la aplicación de reformas de carácter social, que en muchas ocasiones llegaron a ser consideradas radicales y peligrosas para una economía de mercado.

La pregunta fundamental en la actualidad es si estos gobiernos de izquierda radicalizarán sus posiciones hacia un socialismo de Estado, muchas veces defendido, o se mantendrán más cercanas a la socialdemocracia.


Reacción al neoliberalismo: Reformas sociales giro a la izquierda


A partir del año 2000, el panorama político en América Latina empezó a transformarse radicalmente. La difícil situación económica y el debilitamiento de las estructuras del Estado condujeron a la emergencia de movimientos de izquierda y de centro izquierda que han ido copando el panorama político.

Esta situación ha generado una transformación en las relaciones económicas latinoamericanas hacia el exterior, y el afianzamiento de movimientos de carácter nacionalista y popular. 





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